LAS MAGICAS VIOLETAS, SU HISTORIA
La violeta ha sido utilizada en afrodisiacos, hechizos para el amor, magia de los deseos y rituales curativos. Las violetas han sido utilizadas en sachets y amuletos herbáceos para ahuyentar a los espíritus malignos, curar heridas, contrarrestar la mala suerte y curar el insomnio.
Sé como la violeta,
modesta en el hierbal, estricta, pura,
no como la rosa,
que siempre asombro despertar procura.
Estos versos de San Bernardo escritos en el siglo XII expresan el concepto humilde que se tenía de estas pequeña flor durante la Edad Media. San Bernardo llamó a esta flor "violeta de la humildad" y fue adoptada como símbolo de la Virgen María.
Estamos de nuevo ante una de esas flores cuyo conocimiento es tan remoto por parte del hombre que las leyendas hacen intervenir ni más ni menos que a Adán y Eva para darnos una idea de su antigüedad. Cuentan que Adán lloró amargamente cuando fueron echados del Paraíso terrenal y, errando por las áridas tierras del más allá, el ángel que guardaba sus pasos se apiadó de él, transformando sus lágrimas en violetas.
Los griegos la tenían en gran aprecio y hasta parece que la palabra violeta procede de la ninfa Io (sí, el mismo nombre que uno de los satélites de Júpiter descubierto por Galileo). El dios Zeus, convirtió a la ninfa en vaca en una de sus muchas aventuras extraconyugales para protegerla de los ataques de celos de la diosa Hera. Ahora bien, era una vaca especial y glamurosa pues no podía alimentarse con hierba normal y corriente. Entonces Zeus pobló de violetas los prados por donde corría alegre a pastar su amada ninfa metamorfoseada en vaca. Se cree que la palabra violeta es en realidad un diminutivo de Viola, que es la variante latinizada de Io.
En la mitología romana, la primera violeta surgió de la sangre derramada del dios Attis, que se suicidó por culpa de Cibeles, la diosa madre. La sangre es un líquido vivificador tanto si pertenece a un hombre o a un dios. Attis era un antiguo dios asiático de la vegetación adorado en Frigia y en Lidia. Tras encapricharse de una ninfa, la diosa Cibeles que estaba enamorada de él, tuvo celos y se opuso a esta unión, ya que le quería virgen y casto para ella. A Attis le dio entonces un acceso de locura y no se le ocurrió mejor cosa que castrarse su miembro viril y morir desangrado. De las gotas de sangre derramadas brotaron flores. Cibeles totalmente arrepentida, le transformó en un pino coronado por violetas, símbolo de la regeneración de la vida vegetal que muere para renacer eternamente.
Nuestros antepasados sentían por las violetas un gran aprecio y era frecuente que trenzaran con ellas coronas que se ceñían a la frente durante sus orgías para disipar así (gracias a su exquisita fragancia) los efectos de la resaca. Durante la Edad Media en la que tanto abundaba el amor juglaresco, la violeta se convirtió en el símbolo del sentimiento inocente y de la primavera. Fueron los médicos árabes medievales quienes se dieron cuenta de algo que pasó desapercibido a Hipócrates o a Dioscórides, nada menos que la raíz es vomitiva con contener violina. Santa Hildegarda la recomendaba en el siglo XII para curar el cáncer.